lunes, 25 de mayo de 2009



Cuando me voy de viaje a algún sitio, me vaya una semana o dos días, el tamaño de mi maleta parece ser invariable. Paradójicamente, cuando cambio de casa, el número de bártulos trasportables disminuye. No sé si se debe a un ejercicio de madurez (estoy aprendiendo a distinguir lo útil de lo inútil, lo importante de lo insustancial,cosa que no sé diferenciar en otros aspectos de mi vida) o más bien a la cantidad de ropa, de cd´s y de libros que tengo repartidos y algunos desgradaciadamebnte ilocalizados.

Sea como fuere, me he mudado. A una casa cálida, en el barrio desde el que veo mi anterior ventana.
Comparto salón, cocina, baño, pasillo, salita, aceite, sal, pastas, sartenes varias y pared izquierda con una pedazo de mujer, Inés.

Espero que se me pegue algo de su manera de escribir (ruego intensamente)

A cambio, prometo dar el coñazo con la guitarra.


EXPRESIONISMO

Alguna noche blanca y rencorosa
con el tiempo pasado,
si la mujer de Munch abre los ojos
y el cuadro y la memoria
son objetos de morbo,

si el tiempo y la cabeza se atrincheran en miedo
y, fuera, los relojes,
como perros empiezan a ladrarme,

antes de fabricar
mi propio crucifijo manejable,
intento descubrir
el lado
amable de los clavos.


Inés Toledo.



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jueves, 14 de mayo de 2009

Metarmofosis.............




Eco merece una disgresión.

Su alegría y parlachinería cautivaron a Júpiter; sorprendidos en adulterio por Juno, castigóla ésta a que jamás podría hablar por completo; su boca no pronunciaría sino las últimas sílabas de aquello que quisiera expresar. Pues bien, viendo Eco a Narciso quedó enamorada de él y le fue siguiendo, pero sin que él se diera cuenta. Al fin decide acercársele y exponerle con ardiente palabrería su pasión. Pero.. ¿Cómo podrá si las palabras le faltan? Por fortuna, la ocasión le fue propicia.


Encontrándose solo el mancebo, desea darse cuenta de por dónde pueden caminar sus acompañantes y grita: "¿Quién está aquí?" Eco repite las últimas palabras "... está aquí".


Maravillado queda Narciso de esta voz dulcísima de quien no ve. Vuelve a gritar: "¿por qué me huyes?" Eco repite: "... me huyes". Y Narciso: "¡juntémonos!" Y Eco: "...juntémonos". Por fin se encuentran. Eco abraza al ya desilusionado mancebo. Y éste dice terriblemente frío:


" No pensarás que yo te amo..." Y Eco repite, acongojada: "...yo te amo". "¡ Permitan los dioses soberanos -grita él- que antes la muerte me deshaga que tú goces de mí!" Huyó, implacable, Narciso. Y la ninfa así menospreciada, se refugió en lo más solitario de los bosques. La consumía su terrible pasión. Deliraba. Se enfurecía. Y pensó: "¡ojalá cuando él ame como yo amo, se desespere como me desespero yo!"

Némesis, diosa de la venganza -y a veces de la justicia- escuchó su ruego.


En un valle encantador había una fuente de agua extremadamente clara, que jamás había sido enturbiada ni por el cieno ni por los hocicos de los ganados. A esa fuente llegó Narciso, y habiéndose tumbado en el césped para beber, Cupido le clavó, por la espalda, su flecha... Lo primero que vio Narciso fue su propia imagen, reflejada en el propio cristal. Insensatamente creyó que aquel rostro hermosísimo que contemplaba era de un ser real , ajeno a sí mismo. Sí, él estaba enamorado de aquellos ojos que relucían como luceros, de aquellos cabellos dignos de Apolo. El objeto de su amor era... él mismo. ¡ Y deseaba poseerse!

Pareció enloquecer... ¡No encontraba boca para besar! Como una voz en su interior le reprochó: "¡insensato!" "¿cómo te has enamorado de un vano fantasma? Tu pasión es una quimera, retírate de esa fuente y verás como la imagen desaparece. Y, sin embargo, contigo está, contigo ha venido, se va contigo... ¡y no la poseerás jamás!."


Alzó los brazos al cielo Narciso. Llorando. Tiróse los cabellos. Y gritó, blasfemo así:


"Decidme selvas, vosotras que habéis sido testigo de tantos idilios apasionados... ¿por qué el amor es tan cruel para mí?


Yo veo al objeto de mi pasión y no le puedo encontrar. No me separan de él ni los mares enormes, ni los senderos inaccesibles, ni las montañas, ni los bosques. El agua de una fontana me lo presenta consumido del mismo deseo que a mí me consume. ¡Oh pasión mía! ¡quienquiera que seáis, aproximaos a mí como a vos me aproximo! ¡Ni mi juventud ni mi belleza son causas para vuestro temor! Pero ¿ si me amáis, por qué os sirvo de burla? Os tiendo mis brazos y me tendéis los vuestros. Os acerco mi boca y vuestros labios se me ofrecen. ¿Por qué permanecer más tiempo en el error? Debe ser mi propia imagen la que me engaña.

Me amo a mí mismo.

Atizo el mismo fuego que me devora. ¿Qué será mejor: pedir o que me pidan? ¡ Desdichado de mí que no puedo separarme de mí mismo! A mí me pueden amar otros, pero yo no me puedo amar...¡Ay! El dolor comienza a desanimarme. Mis fuerzas disminuyen. Voy a morir en la flor de la edad. Mas no ha de aterrarme la muerte liberadora de todos mis tormentos. Moriría triste si hubiera de sobrevivirme el objeto de mi pasión. Pero bien entiendo que vamos a perder dos almas una sola vida."


Dicho esto, tornó Narciso a contemplarse en la misma fuente. Y lloró, ebrio de pasión, ante su propia imagen. Volvió a traslucir frases entrecortadas... ¿Quién? ¿Narciso? ¿Su imagen llorosa? "¿por qué me huyes? Espérame, eres la única persona a quien yo adoro. El placer de verte es el único que queda a tu desventurado amante."


Poco a poco Narciso fue tomando los colores finísimos de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por el otro. El ardor le consumía poco a poco. La metamorfosis duró escasos minutos. Al cabo de ellos, de Narciso no quedaba sino una rosa hermosísima, al borde de las aguas, que se seguía contemplando en el espejo sutilísimo.


Todavía se cuenta que Narciso, antes de quedar transformado pudo exclamar: "¡Objeto vanamente amado...adiós...!" Y Eco: "... adiós" cayendo enseguida en el césped rota de amor. Las náyades, sus hermanas, le lloraron amargamente meneándose las doradas cabelleras. Las dríadas dejaron romperse en el aire sus lamentaciones.


A los llantos y a las lamentaciones contestaba Eco... cuyo cuerpo no se pudo encontrar. Y, sin embargo, por montes y valles, en todas las partes del mundo, aún responde Eco alas últimas sílabas de toda la patética voz humana.





Ovidio. Metamorfosis



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lunes, 11 de mayo de 2009

Presentación Desde el agua, Laura Gómez Palma


Presentación del libro "Desde el agua", de Laura Gómez Palma.
Librería Cervantes, Oviedo.
19,30 horas.

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