miércoles, 31 de diciembre de 2008

Fin de 2008.

Un elemento imaginativo para terminar el año, aquel que dibujé en el armario de las plantitas de la que fue un tiempo mi casa de Bilbao, donde pasé la Nochevieja hace un lustro ya.








De éste......
me quedaría con úna noche en particular + un par de meses inexactos + horas o días puntuales y sueltos a tenor con la situación,


http://es.youtube.com/watch?v=NoyDmmK2X8A

(Ahí fuera, Pablo Casares)




Feliz Año Nuevo.




El que viene, más. Y perdón si os esperabais un catálogo de buenas voluntades(guiónbarra)propósitos.


Besos.


*

domingo, 21 de diciembre de 2008

El lugar donde no estás.





Me dijo, mientras lo abría, rebuscando ropa para llevarse:

Acuérdate de que en el baúl están las sábanas de invierno.
Aunque conociéndote no creo que las saques.
Hacía semanas de eso.
Se fue y volvió, y se fue de nuevo, y entre tanto, yo también me fui y regresé. Llevaba noches durmiendo solo y sin escribir. Meditaba en el problema, la tuerca, la llave.
Llovía y llovía.... Me refiero a que todo iba bien.
Todo iba bien excepto varias noches sin escribir. Y que aquella mañana empecé a sentir frío y no había abrazos.
Me senté en una esquina de la cama, y miré el baúl de madera.Estaba seguro de que me dijo que también había mantas. Era sencillo, sólo tenía que abrirlo, pero prefería contemplarlo entre el recuerdo de sus palabras de aquella tarde oscura, cuando aún estaba.
Me perdí en el juego del significado de: “Me faltas y me sobras.”
Era lo que me pasaba con ella constantemente. Debía mantener la calma,no pensar en nada, olvidarlo todo. No ser tan caótico ni estúpido. Al fin y al cabo aquel arcón guardaba el calor de mis días.






{Lluis Pons Mora}

sábado, 20 de diciembre de 2008



a veces, estamos en el centro de lo mirado.
(otras, permanecemos invisibles, aunque gritemos para que vengan a re-cogernos)
Foto, exposición "La casa es la frontera" (Adolfo Manzano)

jueves, 18 de diciembre de 2008

los impostores






El olvido es la madrugada donde el miedo les hace fuertes


son como amantes inexpertos despidiéndose una y otra vez


sin terminar de pronunciar nunca el definitivo adiós.


Los impostores conocen todas las entradas y salidas de los sueños


todos los rodeos que hay que dar para llegar antes a ninguna parte.


Los impostores se suceden uno tras otro


confundidos entre la niebla y el amor ciego


son el ir y venir de una misma cosa


el plazo de una deuda que no se paga.


Ellos trazan las fronteras de países imaginarios


y juegan a conquistarlos desafiando al miedo.


Son audaces ante la adversidad


y pálidos bajo el fuego.


Ellos siempre andan pisándose los talones


en su loca carrera por no ser advertidos.


Frente a la verdad son invisiblesmudos frente al silencio.


Los impostores nunca tienen el mismo rostro


ni usan palabras que los delaten,


emboscados en sus viejas gabardinasl


os impostores pasean al acecho bajo la lluvia.


Dicen venir de lejos


pero son siempre del mismo lugar


sus huellas no perduran


sus manos frías cambian de color


cuando alguien las estrecha.


Los impostores habitan el amor


como se habita una casa vacía,


mienten para sobrevivir


y viven con la incertidumbre atada al cuello.


Los impostores nos engañan con su certeza transparente


nos conducen sin tregua ni descanso


al lugar de siempre.





Los impostores somos nosotros


cuando cerramos los ojos


ante el amor que duele.




















{Uberto Stabile}




aún mejor a las 5 y media de la mañana.........

(:

martes, 16 de diciembre de 2008

Nuevos consejos.



Hacedme caso:


guardaros vuestras buenas palabras,
dejad de hacerme creer

que me comprendeís.


o mejor
dejad de creerlo vosotros.


Alejaros.
Alejaros.
Lo más posible.



Todo lo necesario para que no os alcance,
(no os salpique)

ningún pedazo de mí cuando explote.


Luego,
como buenos amigos
podeís repartiros los despojos.



De nada.


A vosotros.


*



Esa noche me entretuve más de la cuenta frente al espejo, cambié los vaqueros azules por los negros y luego otra vez por los azules, y dudé entre el jersey y la camiseta escotada, no hay queja en ese aspecto, aún cuando mi cuerpo se empeña en adelgazar tanto, “nada que no se cure con panceta”, me dice un amigo, aunque yo le cuento que no, que son los nervios y que estoy triste, supongo.

Finalmente, me puse el vestido nuevo. Me arreglé, y fregué el cuarto de baño, antes de encaminarme a buscarte, con el extraño ronroneo en la barriga, con la sensación de que esa noche ya la había vivido, pero sin duda fue mucho peor.


Pero tras ése rato horrible contigo, no me quedó otro remedio que volver a ése puto bar. El bar donde pasamos tantas fiestas cuando ellas, esas tres personas fundamentales en mi vida, vivían aquí, y no estaban desperdigadas por distintos puntos del mapa intentando buscar curro y arreglando sus vidas. Huir, sí en cierto modo. Tal vez esa sería la solución.

El plan, daba igual, el plan contigo había fracasado, así que concierto, sonrisa color carmín. Verborrea automática, escote, sí, mucho, para contrarrestar mi timidez.


Jódete, pensé. Jódetejódetejódete.


Cuando entré, el concierto ya había comenzado.
Recorrí con la mirada a todos los que conocía, vi sus caras, sus cuerpos, al contario que el mío, más gordos que entones.
Saludé primero a Eva, una de mis múltiples compañeras de banco en la universidad que me eran indiferentes, que me contó algo sobre unas oposiciones, su trabajo en Stradivarius y algo más, lo cierto es que no la escuchaba hacía un rato, pero le sonreía y le decía que sí con la cabeza, como si me importara. Afortunadamente, me libré pronto, cuando subió al baño a meterse una raya, y no pude evitar preguntarme si yo también tendría esa pinta de putón verbenero ligeramente desahuciado. Y por que no, despechado, sí.

Al resto de conocidos, los saludé con la cabeza, imposible hablar cuando Carlos está cantando y monta su tremendo espectáculo, así que me fui por el primer Jack Daniels.

Cuando me apoyé en la barra, me di cuenta que el bar ya no tenía el olor de antes. Ahora era triste, olía a moho y bebida fermentada, agrio. Intenté olerme a mí, por saber si también el mío había cambiado, pero nunca consigo olerme. Pensé en lo fácil que me resulta distinguir tu olor y poder describirlo. En realidad, podría moldear una figura con la arena mojada que describiese tu olor, pero para eso necesitaría estar en la playa, tal vez en esa playa que nos debemos una excursión, pero recordé que ya no iremos a ninguna parte.

Mientras pensaba en todo esto, el camarero nuevo me sorprendió olisqueándome, pero me dio exactamente igual lo ridícula que pareciera la situación, porque en realidad la situación era estúpida desde el principio.

Me puso mi copa, y charlé un rato con Antonio de lo de sus pulmones, una putada, sí. En ese momento, el guitarrista retozaba por el suelo y la gente se enardecía y chillaba cantando Sail Away. En las primeras filas, por denominar de alguna manera el enjambre humano, ya había un nutrido grupo de gilipollas que acompañaban al guitarrista y chapoteaban en charcos de cerveza y whisky. Lástima de bebida, pensé. A continuación, intenté despegar mi codo de la barra.

En realidad el puto concierto me daba igual. Y cada día que veía a ese grupo me parecían peores. Todo me daba igual, porque me estaba volviendo loca.Subí las escaleras hacia los servicios adelantando a un grupito que iba a meterse unas filas, y mirando con cierta envidia a dos parejas que se devoraban en los sofás de arriba.


Me encerré, me apoyé en la pared y cerré los ojos fuerte.
Y mierda, así tampoco arreglaba nada. Pensé en escribirte un mensaje, pero tampoco tenía sentido, hacía ya mucho tiempo que no te molestabas en contestar, porque no tenías nada que decir. Nuevamente, huir, podría ser la solución, sí .
Bajé, como pude, me miraron mientras lo hacía, claro, con ese vestido tan corto, tal vez eran mejor los vaqueros al final, pero pensé que te gustaría verme las piernas, pensé que te gustaría enredarte en ellas otra vez. Pensé erróneamente, como siempre.
Dejé la última copa en la barra, decidí volver a casa.
Sola.
Lloré, mierda, lloré mientras conducía.Y me prometí sin ninguna fe, que sería la última vez que lo hiciera. Sería peor cuando me metiera en la cama.


Todos estamos solos, supongo.



Así, que mejor ir acostumbrándose.




*