sábado, 25 de abril de 2009

te cuento un cuento




Antonio José Bolivar Proaño nunca pensó en la palabra libertad, y la disfrutaba a su antojo en la selva. Por más que intentara revivir su proyecto de odio, no dejaba de sentirse agusto en aquel mundo, hasta que lo fue olvidando, seducido por las invitaciones de aquellos parajes sin límites y sin dueños.
Comía cuando sentía hambre. Seleccionaba los frutos más sabrosos, rechazaba ciertos peces por parecerle lentos, rastreaba un animal de monte y al tenerlo a tiro de cerbatana su apetito cambiaba de opinión.
Al caer la noche, si deseaba estar solo se tumbaba bajo una canoa, y si en cambio precisaba compañía buscaba a los shuar,
Estos lo recivían complacidos. compartían su comida, sus cigarros de hoja, y charlaban largas horas escupiendo profusamente en torno a la eterna fogata de tres palos.
-¿Cómo somos?-le preguntaban.
-Simpáticos como una manada de micos, habladores como los papagayos borrachos, y gritones como los diablos.
Los shuar recibían las comparaciones con carcajadas y soltando sonoros pedos de contento.
-Allá, de donde vienes, ¿cómo es?
-Frío. Las mañanas y las tardes son muy heladas. Hay que usar ponchos largos, de lana, y sombreros.
-Por eso apestan. Cuando cagan ensucian el poncho.
-No. Bueno, a veces pasa. Lo que ocurre es que con el frío no podemos bañarnos como ustedes, cuando quieren.
-¿Los monos de ustedes también llevan poncho?
-No hay monos en la sierra. Tampoco saínos. No cazan las gentes de la sierra.
-¿Y que comen, entonces?
-Lo que se puede. Papas, maíz. A veces un puerco o una gallina, para las fiestas. O un cuy en los días de mercado.
-¿Y qué hacen, si no cazan?
-Trabajar. Desde que sale el sol hasta que se oculta.
-¡qué tontos! ¡Qué tontos!- sentenciaban los shuar.




Luis Sepúlveda, Un viejo que leía novelas de amor.

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Enseguida me di cuenta de este detalle pues estoy un poco tocado de la cabeza con el tema del calzado. Mi chifladura se remonta alos tiempos de la guerra, a lo largo de la ocupación alemana. Recuerdo el otoño de 1942: no tardaría en llegar el invierno y yo no tenía zapatos. Los viejos estaban hechos trizas y mi madre no tenía dinero para comprarme unos nuevos. Los zapatos accesibles a los polacos costaban cuatrocientos zlotys; la parte superior estaba hecha de dril impregnado por una sustancia alquitranada, impermeable y las suelas, de madera de tilo. ¿De dónde íbamos a sacar cuatrocientos zlotys?(...)
El señor Skupiewsky se dedicaba a una manofactura casera: fabricaba pastillas de jabón, todas del mismo color: verde. -Te daré pastillas de jabón a comisión-me dijo,-cuando vendas cuatrocientas tendrás para los zapatos y la deuda me la devolverás después de la guerra. En aquellos momentos aún se creía que la guerra tenía los días contados. (...)
Tenía yo entonces diez años y el que nadie me quisiese comprar aquellas dichosas pastillas de jabón me hizo verter la mitad de las lágrimas de toda mi vida.(...)
Llegaron los últimos estertores del otoño y el frío me mordía tan dolorosamente los pies que tuve que abandonar el negocio. Había reunido sólo trescientos zlotys, pero la generosa mano del señor Skupiewsky añadió los cien que faltaban. Mamá y yo compramos unos zapatos. Si se envolvía el pie en un gruso peal de fieltro y, además, en papel de periódico, se podía caminar con ellos incluso durante las mayores heladas.


Pasados los años, cuando vi que en la India millones de personas iban descalzas, afloró en mí un sentimiento de comunión, de hermandad con aquellas gentes, y a veces incluso me embargaba ese estado de ánimo que se experimenta cuando se retorna al hogar de la infancia.

Ryszard Kapúscinsky, Viajes con Heródoto.


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Le pregunté al sheij Abd Rabbih al Taih

- ¿Por qué eres tan optimista?

A lo que respondió

- Porque todavía admiramos la belleza de las palabras, incluso aunque no las practiquemos.



Naguib Mahfuz, Diálogos del atardecer.

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lunes, 6 de abril de 2009

Frío






Moscú, 6 de Abril de 2009.

7 °C
Actual: Nublado
Viento: S a 4 km/h
Humedad: 73%


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foto, Diego Álvarez Miguel.
















esencial.
(Del lat. essentiālis).

1. adj. Perteneciente o relativo a la esencia. El alma es parte esencial del hombre.
2. adj. Sustancial, principal, notable.
3. adj. Bioquím. Dicho de ciertas sustancias o compuestos: Que no pueden sintetizarse en el organismo, y por tanto deben ingerirse con la dieta.
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foto, Diego Álvarez Miguel.
Bebo sin sed, bebo sin prisa,

Bebo como el pirata bebe tras el saqueo

Como bebe el soldado en su trinchera

Bebo con miedo a beber sin ti.

Te niego y te bendigo

mi transparente boca es también oscura,

soy un astro sin luz

una bombilla fundida.

Como todas las historias de amor

la nuestra aquí concluye,

tu beso caliente

tu fugaz consuelo

ni a ti ni a mí nos hizo eternos,

recordaré tus consejos cuando la canción termine.



Uberto Stabile, de Las edades del alcohol


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En este momento estoy ausente,
pero puedes dejar algún mensaje
y te llamaré cuando vuelva.
Si eres el amor
llama más tarde, o tal vez otro día;
si eres la soledad
espera, pronto estaré contigo;
si eres el suicida
marca otro número, apenas queda tiempo;
si eres la muerte
elige otro destino, sólo soy una técnica;
si eres el pensamiento
abandona, este hilo no medita;
si eres la palabra
da la vuelta, aquí nadie te pronuncia;
y si eres una voz anónima
que llamas angustiada
en cualquier momento llegaré a casa:
habla después de oír la señal.




Francisco Gálvez, De El hilo roto (poemas del contestador automático}


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sábado, 4 de abril de 2009



Aprendiendo a volar.................


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Una vez me habló de un joven turista irlandés al que había recogido en el coche cuando iba a un congreso de profesores de literartura cerca de Tivón. Eran las cuatro de la tarde de un lluvioso dia de diciembre, hace un año y medio. Tuvo que encender muy pronto los faros, por la niebla y por lo cortos que son esos días. Justo cuando lo hizo, las luces dejaron ver una esbelta figura con el pelo largo; desde la distancia, parecía una chica al borde de la carretera, con una mochila inmensa, haciendo con el brazo unos ademanes inusuales en este país. Cuando el viajero se sentó a su lado con la mochila empapada sobre las piernas, vio un trozo de tela cosido a lo ancho de la bolsa en la que estaban impresas, en inglés, las palabras "todo lo que necesitas es amor". Ambos, el chico y la mochila, chorreababn agua de lluvia.


La tarde anterior había salido de su casa, en la ciudad de Galway; y durante la noche había cruzado en autoestop la isla de Irlanda; esa mañana había cogido el avión de Dublín a Birmingham, desde donde había llegado, dos horas antes, en un vuelo chárter. Venía a buscar a una muchacha que se llamaba Dafni, que al parecer trabajaba como voluntaria en uno de los kibbutzim de Galilea. No sabía su apellido ni el nombre del kibbutz. Dafni. De Liverpool.

A ella le gustaban los corderos y los espacios abiertos. Soñaba con ser pastora. Él nunca había estado en Israel, pero llevaba un mapa en el que se veía que Galilea no era tan grande. Podía ir de un kibbutz a otro hasta encontrarla. Tenía tiempo de sobra. Y en realidad, según su opinión, la falta de tiempo es una paradoja contraria al secreto de la vida. Si se le acababa el dinero, intentaría que lo contrataran para cualquier trabajo eventual en cualquier sitio, lo que fuera, no le importaba, en casa ayudaba a un carpintero, en Portugal había puesto líneas de teléfono, una vez había actuado en un pequeño cabaret de Copenhague, cantando canciones de folclóricas del oeste irlandés. El que tiene un poco de piedad, encontrará piedad en todas partes.






No digas noche, Amos Oz.




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miércoles, 1 de abril de 2009





Tratabas de arrancarme la piel a tiras,

convertirme en un abrigo y exhibirme.

Pero no pudiste hacerlo, después de todo

una zorra no es suficiente.





Amudena Vidorreta

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Tu amor, que comenzó como una hilera
finísima de cielo en las paredes
dormidas de mi cuarto,
ha terminado por llenarlo todo
de luz, de tanta luz
que abrasa.



Julio Rodríguez.


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Me envían sol, que entra por la escalera.

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“Esa mierda no es arte”





El arte es un término ciertamente abstracto, como también lo es la belleza. Sin embargo, a veces el arte tiene algo más de objetivo que el concepto anterior, es decir, unos baremos más o menos tangibles para definir lo que es arte de lo que no lo es.

Para ello hay una serie de personas que estudian carreras (hoy en día bastante denostadas, eso sería otra cuestión) en las que tratan de definir, catalogar, clasificar y explicar qué entendemos por arte.

Otra cosa, son los gustos. Es decir, hay gente que sólo tiene gusto por lo clásico, que piensan que lo mejor y lo más bello creado hasta el momento puede ser una pintura de Velázquez, por ejemplo. En su cabeza no cabe equiparar al anterior genio con Duchamp. Que la humanidad tenga diversidad de opiniones es algo maravilloso, el gusto por unas determinadas obras y no por otras. Esto no es algo intrínseco del arte, por supuesto. Sucede en todos los aspectos cotidianos. Vuelvo al ejemplo de la belleza. Una determinada persona puede resultarle tremendamente bonita a otra, cosa totalmente refutable a los ojos de un tercero.

Todo esto sería extrapolable a todos los movimientos artíscos, por supuesto. Lo mismo sucedería si alguien me dice que las composiciones de Llorenç Barber no son arte, que son porquería. Oiga, pues no. Unos lloran escuchando la 5º Sinfonía, y otros oyendo repicar tropecientas campanas en sus respectivos tropecientos campanarios en un nuevo concepto musical. Culturícese. (uy, perdón por el consejo)

Lo que quiero decir, es que hace falta un sustrato más profundo para catalogar una cosa como arte o no arte. Un sustrato educacional, de conocimiento. Si no, deberíamos aventurarnos a decir “ésto no me gusta”, “ésto me parece una porquería”, pero nunca “ésto no es arte”.


De todos modos, no quiero decir que en el arte no existan auténticas tomaduras de pelo. Hoy en día, desgraciadamente, el afán de dinero y notoriedad de algunos artistas y/o galerías y/o promotores del arte hacen que se intente catalogar como tal cosas que no tienen sustentación, y que puramente buscan el sensacionalismo (como dejar morir a un perro de hambre y sed en una exposición). Sensacionalismo, otro cantar. No mezclar churras con merinas, por favor.

Hay que ser muy valiente para catalogar lo que es arte y lo que no desde el desconocimiento y la pura ignorancia. Lo malo, es que muchas veces los humanos tendemos a pensar errónameante que nuestra opinión y nuestros gustos son los únicos válidos y, en consecuencia, la verdad absoluta. Qué equivocados estamos.
Amén.




*
Unas miradas
que se encuentran
en un café desierto,

un lunar
en tu cuello
que es capaz
de volverme loco.

y 20 segundos

para encender un pitillo
dar un trago al vino blanco
ver cómo llega un tipo
que te besa
con la mitad de ganas
que lo hubiera hecho yo



Pablo Casares